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Friday, November 18, 2011

Anatomía de la incertidumbre económica global

La sensación de incertidumbre que predomina en Occidente es evidente, y con mucha razón. La gente está muy preocupada por su futuro, y ahora en gran número, por temor a que sus hijos pueden terminar peor que ellos. Desafortunadamente, las cosas serán aún más inquietantes en los próximos meses.

Los Estados Unidos están teniendo dificultades para restablecer a su economía por la senda del alto crecimiento y la fuerte creación de empleos. Miles de personas han tomado las calles de ciudades americanas, y miles más en ciudades de Europa, demandando un sistema más justo. En la eurozona, las crisis financieras han obligado a dos gobiernos (Grecia e Italia) a sustituir a sus representantes electos (por la vía popular) por tecnócratas renombrados, que estarán encargados de restaurar el orden. La preocupación por la integridad institucional de la eurozona - clave en la arquitectura de la europa moderna - sigue aumentando.

Esta incertidumbre se extiende más allá de los países y las regiones. Aquellos que constantemente están mirando el próximo “gran evento” también se preocupan por la estabilidad de un orden económico internacional en el cual las dificultades enfrentadas por el núcleo del sistema occidental están erosionando gradualmente los bienes públicos mundiales.

No es coincidencia que todo esto está sucediendo simultáneamente. Cada desarrollo, y ciertamente el hecho de que ocurran en conjunto, apunta a los cambios del paradigma histórico de la configuración de la actual economía global - y la ansiedad que viene con la pérdida de las, alguna vez, anclas fiables, ya sean económicas y financieras o sociales y políticas.

Toma tiempo restaurar estos anclajes. No hay un plan de juego a partir de ahora, y los precedentes históricos son sólo parcialmente ilustrativos. Sin embargo, dos cosas parecen claras: los diferentes países están optando, ya sea por elección o por necesidad, por diferentes resultados, y el sistema mundial, en conjunto, enfrenta cambios en la conciliación de ellos.

Algunos de estos cambios evolucionaran, tomando muchos años para manifestarse a sí mismos, otros sucederán repentina y más perturbadoramente. Sin embargo, tan complejo como todo esto suena y, por definición, los cambios de paradigma son asuntos complicados que, afortunadamente, rara vez ocurren -un simple marco analítico puede ayudar a arrojar luz sobre lo que se debe buscar, qué esperar y dónde, y cuál es el mejor para adaptarse.

El marco se basa en un método abreviado de uso frecuente: la identificación de un conjunto limitado de variables explicativas en lo que los estadísticos llaman “una ecuación de forma reducida”. El objetivo no es dar cuenta de todo, sino más bien de identificar un pequeño número de variables que puedan explicar los factores clave, aunque no de una forma perfecta ni completa.

Usando este enfoque, es posible argumentar que el futuro de muchas economías occidentales, y el de la economía mundial, estará determinado por su capacidad para navegar cuatro dinámicas relacionadas entre sí: la financiera, la económica, la social y la política.

La primera se refiere a las hojas de balance. Muchas de las economías occidentales tienen que batallar con el legado repugnante de años de excesivo endeudamiento y apalancamiento; aquellas que, como Alemania, que no tienen este problema están vinculadas a sus vecinos que si se endeudaron. De cara a esta realidad, diferentes países optaran por diferentes opciones de desapalancamiento. De hecho, la diferenciación ya es evidente.

Algunos, como Grecia, se enfrentan a una situación tan lamentable que es difícil imaginar cualquier resultado que no sea un default traumático y más aún una crisis económica, y es poco probable que Grecia sea la única economía occidental forzada a reestructurar su deuda. Otros, como el Reino Unido, se han movido rápidamente para tomar mayor control de su destino, aunque en su manejo de la austeridad siempre hay que hacer sacrificios considerables.

Un tercer grupo, liderado por los EE.UU., aún no ha hecho explícita su elección de desapalancamiento. Al disponer de más tiempo, ellos están utilizando el menos visible, y mucho más gradual, camino de la “represión financiera”, en virtud de la cual las tasas de interés son forzadas hacia abajo por lo que los acreedores, incluyendo los de modestos ingresos fijos, subsidian a los deudores.

El desapalancamiento está estrechamente vinculado a la segunda variable, es decir, el crecimiento económico. En pocas palabras, cuanto más fuerte es la capacidad del país para generar ingresos nacionales adicionales, mayor será su capacidad para cumplir con sus obligaciones de deuda, mientras se mantiene y se mejora los estándares de vida de sus ciudadanos.

Muchos países, como Italia y España, deben superar las barreras estructurales de la competitividad, el crecimiento y la creación de empleo a través de varios años de reformas de los mercados laborales, de pensiones, de vivienda, y de gobierno económico. Algunos, como los EE.UU., pueden combinar las reformas estructurales con el estímulo de la demanda a corto plazo. Unos pocos, encabezados por Alemania, están cosechando los beneficios de años de constantes (y subestimadas) reformas.

Pero el crecimiento, si bien es necesario, es insuficiente por sí mismo, dado el alto desempleo actual y el hecho de que el grado en las desigualdades del ingreso y la riqueza han aumentado. De ahí la tercera dinámica: occidente está siendo cuestionado para que entregue no sólo crecimiento, sino “crecimiento inclusivo”, lo cual, y es lo más crítico, implica una mayor “justicia social”. Bien parecido al discurso de Humala verdad?

De hecho, existe una profunda sensación de que el capitalismo en occidente se ha convertido en injusto. Algunos jugadores, liderados por los grandes bancos, han extraído enormes ganancias durante el boom, y han evitado caer profundamente en pérdidas que ellos merecerían una estatua (jejeje). Los ciudadanos ya no aceptan el argumento de que este desafortunado resultado refleja el papel del rol económico especial que juegan los bancos. ¿Y por qué ellos deberían, dado que los rescates records no han revivido el crecimiento y el empleo?

El pedido de un sistema más justo no va a desaparecer. En todo caso, se extiende y de una forma más fuerte. Occidente no tiene más remedio que conseguir un mejor equilibrio entre capital y trabajo, entre las generaciones actuales y futuras, y entre el sector financiero y la economía real.

Esto lleva a la última variable, el papel de los políticos y los policymakers. Se ha puesto de moda tanto en América como en Europa señalar una debilitada “falta de liderazgo”, lo que conlleva a un cambio de paradigma, que es intrínsecamente complejo y forzoso, de las mentalidades, los procesos y los sistemas de gobierno tradicionales.

A diferencia de las economías emergentes, los países occidentales no están bien equipados para hacer frente a los cambios estructurales y seculares y esto es comprensible. Después de todo, sus historias, -y ciertamente, en lo que estaba mal etiquetado como la “Gran Moderación”, entre 1,980 y 2,008- han sido predominantemente cíclicas. Ellos ya no logran adaptarse, pues los riesgos son muy grandes.

Aquellos en el extremo receptor de estas cuatro dinámicas -la gran mayoría de nosotros- no tenemos que estar paralizados por la incertidumbre y la ansiedad. En lugar de ello, podemos utilizar este simple marco de monitoreo de evolución, aprender de ellos, y adaptarnos. Sí, aún habrá volatilidad, presiones inusuales y resultados históricamente raros. Pero, recuerde, un cambio de paradigma global implica un cambio significativo en las oportunidades, y no sólo en los riesgos.

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